viernes, 28 de octubre de 2011

El Trabajo de Los Metales. Museo del Oro BANREP

http://banrep.org/museo/esp/s_metales05.htm



La orfebrería es el arte de labrar objetos en metales preciosos. Los orfebres materializaron su destreza y su conocimiento sobre las características físicas y químicas de los metales en la gran diversidad de técnicas de manufactura usadas en la orfebrería prehispánica de Colombia.




La metalurgia de los Andes peruanos se caracterizó por el énfasis en la producción de objetos por martillado. Esta preferencia tecnológica era una elección cultural que no dependía de las propiedades de los metales ni de la ignorancia sobre otras técnicas, pues los orfebres conocían de la fundición, que llevaban a cabo antes del martillado. La tradición andina se extendió por el territorio colombiano y en particular entre las sociedades del suroccidente del país.

Para fabricar láminas los orfebres golpearon tejuelos sobre lajas o yunques de piedra. Utilizaron martillos de distintas formas, materiales, tamaños y pesos, de acuerdo con la aleación, la dimensión del objeto o la fase del trabajo.

Al ser martillado, el metal se torna quebradizo y tiende a fracturarse: los orfebres debían calentarlo al rojo vivo y enfriarlo sumergiéndolo en agua. Este proceso, el recocido, que se repetía muchas veces, permitía seguir golpeando la lámina hasta obtener el grosor y tamaño deseados.

Lajas y pulidores de piedra se usaron para alisar las láminas y obtener superficies uniformes. Cinceles de piedra o de tumbaga endurecida por martillado fueron empleados para delinear y recortar la forma final del objeto.

La alta maleabilidad del oro hace posible fabricar láminas delgadas y flexibles para elaborar objetos de formas, tamaños y calibres variados.

La plata se usó solamente en el altiplano nariñense, por la influencia cultural de los Andes Centrales. Con aleaciones de cobre y plata se elaboraron narigueras, orejeras, recipientes y diademas.

Los adornos y utensilios de cobre martillado fueron, por lo común, más pesados y gruesos que los de oro o de plata. Los adornos martillados en tumbaga, aleación de oro y cobre, suelen tener paredes delgadas y superficies muy pulidas.



El artífice esbozaba con buriles los diseños decorativos en la cara posterior de la lámina. Luego, con la ayuda de cinceles, repujadores y punzones, presionaba y resaltaba el motivo por ambas superficies hasta obtener volúmenes, mientras apoyaba el objeto sobre algún material blando o sobre formas talladas en arcilla, madera o hueso.

Los diseños con vacíos o calados se obtuvieron recortando las láminas con la ayuda de cinceles metálicos y líticos.



En América, la metalurgia del platino sólo se dio en la región de Tumaco - La Tolita, en la Costa Pacífica de Colombia y Ecuador. Como su elevado punto de fusión de 1.775ºC no les permitía fundirlo, los orfebres desarrollaron la sinterización: al calentar gránulos de platino mezclados con oro, este último se derrite y atrapa el platino; el tejuelo resultante se puede trabajar por martillado. En el microscopio metalográfico se ve cómo los granos de platino están atrapados por el oro fundido.

Los orfebres del suroccidente colombiano combinaron partes de oro y de platino sinterizado para crear adornos bicolores.





La orfebrería prehispánica del territorio de la actual Colombia se distinguió en Suramérica por el predominio de la fundición a la cera perdida. Los orfebres fueron maestros en crear adornos y recipientes que modelaban en cera con sus manos y luego transformaban en metal. La cera se obtenía de las colmenas de abejas sin aguijón, o abejas angelita. En Colombia, las diversas especies se encuentran desde el nivel del mar hasta los 3.400 metros, especialmente en los bosques húmedos.

Con el recurso de modelar una forma en cera de abejas y mediante un molde trasladar la forma al metal, los orfebres crearon gran variedad de objetos: representaciones realistas o abstractas, finos tejidos metálicos o pesados adornos.

Las huellas digitales impresas en algunos colgantes de metal hicieron pensar a los europeos que los indígenas amasaban y modelaban directamente el oro. Las huellas quedaron en los modelos en cera usados en el vaciado a la cera perdida.

El oro funde a 1.063°C y el cobre a 1.083°C. Al fundirse juntos cambian sus propiedades y su punto de fusión puede bajar hasta 850°C. Su aleación se denomina tumbaga o guanín, término este último que le daban los taínos de las Antillas mayores.
  • En cera se modelaba la figura deseada. Al modelo se le adicionaban rollos del mismo material que, una vez derretida la cera, dejarían los conductos por donde fluiría el metal.
  • El modelo en cera se recubría con capas de arcilla para formar el molde. El molde ya seco y duro se calentaba para derretir la cera y extraerla.
  • El metal líquido se vaciaba en el molde. Tomaba así la forma del modelo.
  • Una vez frío el molde, era necesario romperlo para sacar la pieza metálica.
  • Retirado el objeto del molde se le cortaban los conductos y el embudo, y se pulía; en algunos objetos se advierten aún sus huellas.


En épocas prehispánicas los mineros se procuraban el oro, el cobre y el platino lavando las arenas auríferas de los ríos que bajaban de las cordilleras, en especial de la Central y la Occidental. También explotaron vetas en las montañas.

Los españoles que los vieron trabajar tras la Conquista contaron en sus escritos y crónicas que los indígenas eran expertos en estos trabajos; que usaban bateas de madera y cerámica para aclarar el agua y la arena de los ríos, que construían acequias, canales y acueductos para desviar las aguas y llevarlas hasta los sitios de extracción; que quemaban y rozaban potreros para hacer aflorar los depósitos auríferos y recoger el metal en las raíces de las plantas carbonizadas; que atravesaban redes y mallas en los ríos correntosos para atrapar las pepas grandes del metal; que abrían socavones de hasta seis metros de profundidad y que para romper las peñas en busca del oro las calentaban con grandes hogueras y las bañaban luego con agua fría.

Los instrumentos mencionados para la perforación eran la coa o macana con la punta endurecida al fuego y rudimentarias pero efectivas herramientas talladas en piedras duras. En canastos de fibras vegetales se transportaba la tierra y el material aurífero.

Hachas, martillos o barretones de piedra sin duda pudieron servir para abrir socavones y canales y seguir las vetas de los metales. Hoy los arqueólogos podemos identificar certeros vestigios de las actividades mineras cuando dentro de las tumbas, el difunto, presumiblemente un minero, fue enterrado junto con pepitas o chicharrones de oro o con oro en finas lentejuelas, producto del bateaje.

El oro obtenido en forma de chicharrón o pepita era triturado en morteros de piedra con la ayuda del agua de arroyos cercanos. Los minerales de cobre tenían que ser fundidos junto con otras sustancias para separar el cobre metálico de otras impurezas. Esto se realizaba en hornos construidos en las laderas de las montañas para aprovechar las corrientes de aire, de manera que éstas ayudaran a mantener el fuego. En hornos cavados en la tierra el fuego era mantenido por la acción de varios indígenas que se turnaban en la tarea de soplar a través de cañas verdes, delgadas y largas con los extremos protegidos del calor por tubos cerámicos o toberas. Las toberas presentan diferencias de color y de diámetros en sus extremos. Algunos son cilíndricos con un borde en forma de cono y otros tienen forma de conos alargados unidos por su base. Dos de la colección del Museo del Oro están decoradas con rostros humanos.

No sólo se fundió en hornos cavados en la tierra, también en hornillas o braseros portátiles que estaban en uso en la época de la Conquista. Hechas en cerámica, están formadas por una base dentro de la cual se soplaba por un tubo al que se ensamblaba una caña, y tienen varios pequeños orificios por donde el aire pasaba de la parte inferior a la superior a través de las brasas de carbón vegetal. El aire a presión avivaba así el fuego para obtener las temperaturas superiores a los 1063° necesarias para la fundición.
Los minerales se fundían dentro de crisoles de cerámica refractaria, al fondo de los cuales quedaban pequeños tejuelos o lingotes redondos y planos del metal listo para ser trabajado. Fundiendo en un crisol oro argentífero y cobre se creaba la aleación que conocemos como tumbaga.

Los orfebres de la Cordillera Oriental, del Altiplano Nariñense y de la Sierra Nevada de Santa Marta usaron piedras duras, resistentes y muy lustrosas como utensilios de trabajo. En piedras negras y verdes con diferentes composiciones de minerales de hierro, basaltos u obsidianas, tallaron yunques, punzones, cinceles, repujadores y pulidores. En algunos de estos artefactos se ven ralladuras doradas que delatan su uso en el trabajo de los metales. La colección del Museo del Oro tiene al menos un martillo tallado en el hierro de un meteorito para aprovechar el peso y dureza de este metal. Martillos los hubo de diferentes tipos de piedra, tamaños y formas, según el tipo de lámina que se necesitara hacer, el avance del trabajo e incluso la aleación del metal trabajado, puesto que el oro se podía martillar mucho más fácilmente que la tumbaga, que es relativamente dura.

Cinceles, punzones y repujadores también se hicieron en metal para cortar y repujar las láminas metálicas haciendo presión sobre ellas. Era usual que fueran de tumbaga o incluso de cobre endurecidos a golpes de martillo hasta quedar más duros que el material sobre el que se trabajaba. En muchas ocasiones un solo instrumento tenía doble función o se usaba engastado en mangos de madera.

Además de los martillados y repujados, gran cantidad de adornos y recipientes fueron hechos por la técnica de la fundición a la cera perdida. El orfebre limpiaba, colaba y amasaba la cera obtenida de los panales de abejas sin aguijón para hacer modelos con la forma que deseaba darle a las figuras de metal. Sobre mesas de piedra estiraba la cera con rodillos de piedra para volverla láminas o hilos que cortaba con cinceles, cuchillos y espátulas de piedra o metal. Estos utensilios le servían también para alisar y pulir la figura delicadamente armada en cera. Para crear un molde el orfebre cubrió luego cada uno de sus modelos de cera con arcilla, primero muy líquida y mezclada con carbón molido, luego más consistente. Una vez seca la arcilla, calentó el molde: la cera se derritió y salió por unos canales dejados para ese efecto, y su lugar —y su forma— fueron ocupados por el metal fundido que el orfebre vertía desde el crisol. Alguna forma de pinza debieron usar los metalurgos para tomar el crisol de entre las brasas ardientes y llevarlo hasta el molde con el metal fundido.

Hay un largo camino entre la veta o las arenas auríferas y el objeto ya pulido, retocado y bruñido que el orfebre podía mostrar con orgullo a su cacique y su comunidad, o depositar, como ofrenda, en lo profundo de un bosque o en las aguas de una laguna. Ese camino está registrado en las mútiples herramientas que preserva la colección del Museo del Oro.

Armado de Piezas de Joyería: Metales preciosos Museo del Oro BANREP

Armado de Piezas de Joyería: Metales preciosos Museo del Oro BANREP

Metales preciosos Museo del Oro BANREP

http://banrep.org/museo/esp/s_metales02.htm



El oro es un elemento químico de símbolo Au y de color amarillo. Tanto el nombre “oro” como su símbolo se derivan del latín aurum que se refiere al resplandor, a la luz, a dorar, dorado, áureo. La palabra “orfebre”, del francés antiguo, se deriva a su vez del latín auri faber “metalúrgico del oro”, el que fabrica oro. En la antigüedad, la principal preocupación de los alquimistas era producir oro a partir de otras sustancias como el plomo.

El oro ocurre en la naturaleza como parte integrante de las rocas. Se cree que se forma de gases y líquidos que se elevan desde el interior de la tierra, los cuales viajan a la superficie a través de fallas de la corteza terrestre. Es encontrado en vetas, depósitos, en depósitos de cobre porfírico, placeres y en menor escala en el agua del mar. Las vetas están incrustadas en las rocas, mientras que los depósitos de placeres están constituidos por partículas llamadas pepitas (independientemente de su tamaño). Estas pepitas fueron arrancadas, lavadas y cargadas desde las vetas por aguas superficiales como los ríos. Raramente encontrado en su forma pura, el oro está usualmente combinado con plata en una aleación natural llamada electrum u oro argentífero.

El oro es el metal más maleable y dúctil de todos, de ahí que se puedan obtener láminas extremadamente delgadas. También es el segundo más pesado, con una densidad de 15.6 – 18.3 g/cm3; es blando (2,5 – 3 en la escala de Moh) y tiene un punto de fusión de 1063°C. Es excelente conductor de calor y electricidad y especialmente, es incorruptible, no reacciona con ácidos ni con el oxigeno, es decir no se oxida ni pierde su brillo; sólo reacciona con el agua regia.


Los alquimistas de la antigüedad la llamaban el metal Luna o Diana, por la diosa de la luna, y le atribuyeron el símbolo de la luna creciente. Su símbolo químico, Ag, se deriva de latín Argentum que significa blanquecino. En el siglo IV d.C. Hispania era el principal proveedor de este metal para el imperio romano. Para exportarla se preparaba en láminas llamadas “Plattum (láminas) argentum”. Posteriormente la pérdida del sustantivo dejó sólo a platta, y así llegó a nuestros días.

La plata es un elemento bastante escaso que se forma en rocas ígneas y metamórficas en filones hidrotermales. La mayoría de las veces se encuentra como minerales que contienen compuestos de plata. Aproximadamente tres cuartas partes de la plata producida hoy en día son un subproducto de la extracción de otros minerales especialmente del cobre, el zinc y el plomo. Su aleación natural con oro se conoce como electrum.

Los sedimentos más notables de plata pura se encuentran en México y en Perú.
Después del oro, la plata es el metal más maleable y dúctil. Es el de más alta conductividad térmica y eléctrica. Es moderadamente suave y un poco más duro que el oro. Funde a 963°C. Es lustroso, de color blanco grisáceo, y cuando se pule su brillo refleja el 95% de la luz. No se oxida fácilmente pero su superficie ennegrece a causa de pequeñas impurezas de sulfuros.

Por lo común la plata se recupera de los minerales de plata por tostación del mineral en un horno para convertir los sulfuros en sulfatos y posteriormente poder extraer químicamente la plata metálica. El proceso más común es el del amalgamado, en el cual se vierte mercurio líquido sobre el mineral triturado; el mercurio forma una amalgama con la plata, que se lava y procesa para que el mercurio se volatilice y quede libre la plata.

Otra forma de beneficiar la plata es por medio de la copelación que consiste en mezclar el metal precioso impuro con plomo: los metales se funden conjuntamente en un crisol poroso o copela (copa pequeña) hecho a menudo con cenizas de hueso. Al soplar sobre la masa fundida, el plomo y los restantes metales viles se oxidan y el óxido de plomo es en parte eliminado por el soplo y en parte absorbido por las paredes del crisol. En el crisol queda un botón de plata refinado.



El platino fue descubierto por primera vez, como metal, en Colombia; en el año de 1748 el oficial de marina español don Antonio de Ulloa y García de la Torre lo presentó en Europa. Los indígenas americanos, sin embargo, lo conocían ya dos milenios antes y lo podían trabajar por sinterización.

Su nombre proviene de la palabra española platina o plata menor, ya que inicialmente se le creía una variante de la plata. Los españoles descubrieron depósitos aluviales de este metal cuando exploraban minas en busca de oro en la región del Chocó, en la mina de Santa Lucía cerca de la población de Tadó. Allí notaron la existencia de un metal de color blanco grisáceo, imposible de fundir y con ningún uso aparente e inicialmente lo botaban de nuevo en los ríos para que, según la alquimia, terminara de madurar. Aún cuando algunos ejemplos llegaron a Europa, se experimentó gran dificultad para obtener una masa de platino maleable debido a su altísimo punto de fusión de 1773°C.

No es un metal muy abundante en la corteza terrestre. Por lo general se encuentra en estado metálico en forma de pepitas aleado con otros metales del grupo del platino y asociado a minerales de níquel, oro, cobre y cromo.

Los placeres más abundantes se encuentran en la región Pacífica de Colombia y Ecuador y Colombia es uno de los mayores productores del mundo.

Se trata de un metal de color blanco grisáceo, blando, dúctil, maleable, pero con un altísimo punto de fusión, lo que lo cataloga como un metal difícil de trabajar. Se expande ligeramente con el calor y tiene una resistencia eléctrica alta. Químicamente es bastante inerte, resiste el ataque con el aire, el agua, ácidos y reactivos ordinarios, y sólo se disuelve lentamente con el agua regia. Es un metal muy pesado con una densidad de 21.45 g/cm3 y símbolo químico Pt.

Sólo hasta principios de 1800, el químico Británico W.H. Wollaston pudo obtener una muestra de platino puro.